Una vida mejor

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“Mi nombre es Tatiana. Mi padre murió en las minas del pueblo. Ya estaba enterrado cuando murió; todos fuimos enterrados cuando murió, todos fuimos enterrados allí. Enterrados bajo tierra rusa. Por eso me fui: para buscar una vida mejor”.

Eastern Promises (David Cronenberg 2007)

El cotilleo no es periodismo

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Lo que define el periodismo no es el hecho de contar cosas. En ese campo caben desde la literatura a la dialéctica y ninguna de las dos tienen que ver, por necesidad, con la verdad. Esa es la razón por la que me resisto a considerar el cotilleo un género periodístico. No lo es, del mismo modo que la sanación tampoco puede catalogarse como una rama de la medicina. Lo que algunos hacen en los programas del corazón no es periodismo; es cotilleo, y por eso quienes lo ejercen sólo pueden se calificados como cotillas.

(La imagen es, huelga decirlo, de Norman Rockwell)


Los cotillas, tengan o no una licenciatura en periodismo, bellas artes, derecho o ingeniería genética, son cotillas, no periodistas. Si quisieran serlo, tendrían que ejercer como tales, y eso supondría cumplir los principios del periodismo (Kovach y Rosenstiel; Los elementos del periodismo, 2003). La lista es larga, pero en ese caso basta con citar dos de ellos:
1. La primera obligación del periodismo es la verdad. Contar chismes no tiene nada que ver con la verdad; tiene que ver con hechos no necesariamente ciertos con los que “generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras” o simplemente murmurar o maledecir. Así que en esos programas ni hay periodistas ni se ejecer el periodismo: hay cotillas y se murmura.
2. La esencia del periodismo es la disciplina de la verificación. Los cotillas no comprueban lo que dicen porque requiere esfuerzo y eso les distrae de su objetivo principal: denigrar a otras personas. Si algo les caracteriza es precisamente su falta de rigor. Esa es su verdadera naturaleza.
La demanda de Telma Ortiz puede que esté mal planteada pero tiene todo el sentido del mundo. La invasión de la intimidad, hasta lo más nimio, y el acoso callejero no son prácticas que se puedan sostener con argumentos periodísticos y, desde luego, no tienen nada que ver ni con la libertad de expresión ni con el derecho a la información. Los cotillas que tratan de justificarlas se agarran al periodismo en busca de una legitimidad de la que carecen. Por eso es tan importante que los periodistas denuncien a los cotillas y, si los tribunales no disponen de las herramientas que necesitan para poner coto a los desmanes del chismorreo, salgan en defensa de las reformas legales necesarias para devolver los payasos al circo, de donde nunca deberían haber salido.

El vacío

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“En el número 141 de Los 4 Fantásticos, publicado en noviembre de 1973, Reed Richards tiene que usar su arma antimateria contra su propio hijo, al que Annihilus ha convertido en una bomba atómica humana. Era una de las típicas situaciones comprometidas de Los 4 Fantásticos. Ellos no eran como el resto de superhéroes; eran una familia. Y cuanto más poder tenían, más daño podían hacerse entre ellos y, a veces, ni siquiera eran conscientes. Este era el sentido de Los 4 Fantásticos: que una familia es como la antimateria de tu persona. Tu familia es el vacío del que surges y el lugar al que vuelves cuando mueres. Y allí está la paradoja: cuanto más te acercas a ella, más te adentras en el vacío”.

The Ice Storm (Ang Lee, 1997)

¿Expertos?

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Socialistas y nacionalistas acaban de pactar (en secreto, sin que se sepa por qué y con esa actitud vergonzosa que los mortales adoptan cuando se saben culpables de actos impuros) el desbloqueo de la reforma de la ley que regula la radio y la televisión pública de Galicia. Al menos eso dicen sus dirigentes, porque está por ver su voluntad real de pasar de las palabras a los hechos. Lo han hecho, eso sí, anunciando la creación de una comisión de expertos (un amigo mío se echa a temblar cada vez que escucha a un político recurrir a un experto) que no hace sino aumentar las dudas acerca de la verdadera intención de la Xunta. Estas son mis razones para no creer en la sincera voluntad de cambio de nuestro Gobierno.

1) Tres años perdidos. Durante 36 meses, PSdeG y BNG se han limitado a demorar la solución del problema y a gestionar, en su propio beneficio, el modelo del PP. Habrá quien diga que los nacionalistas sí han querido cambiar las cosas, pero no es creíble: sus quejas tienen que ver con el hecho de ser parte perjudicada en el vergonzante reparto que ambas fuerzas políticas hicieron del botín audiovisual. Cuando comenzó todo se repartieron los puestos: las dirección general, la jefatura de informativos de TVG y la dirección de la radio, para el PSOE; la dirección de TVG y la jefatura de informativos de la radio, para el BNG. Hoy es fácil para cualquiera advertirlo en las noticias.

 

2) Nada que inventar. La excusa de que hay que pensar bien los cambios ofende a la inteligencia. Hace muchos años que se sabe cómo solucionar el problema. Es más, lo saben hasta los dirigentes de PSdeG y BNG. Podemos perder el tiempo debatiendo hasta la extenuación si los políticos deben pesar un 49% o un 0% a la hora de decidir lo que la radio y la televisión pública deben o no deben emitir (especialmente en los informativos), pero de lo que no hay duda es de que no debemos permitirles conservar el control. Si lo hacemos, como ellos quieren, sólo estaremos dándoles la razón, admitiendo que la información debe someterse al poder. No pareced un buen mensaje para la salud del sistema democrático.

 

3) Lo que los políticos entienden por expertos. Los políticos entienden por expertos, por regla general, personas que pueden dirigir e una u otra dirección. El que no lo crea que eche un vistazo a la composición del actual consejo de administración de CRTVG en el que, según la ley, sólo deberían sentarse personas de reconocido prestigio (reto a cualquier a citar uno solo que cumpla esta condición).

 

4) La exclusión de los periodistas. A riesgo de equivocarme, me atrevo a adelantar que el comité de expertos no incluirá a los periodistas y, específicamente, a su única expresión legal, el Colexio de Xornalistas de Galicia. No sólo por su independencia, que la tiene, sino porque es sin duda la institución que más tiempo y energía ha dedicado a promover la reforma de los medios de comunicación públicos.

 

¿Todo para qué? Para que el trámite de la ley decaiga con la convocatoria de las elecciones, Y vuelta a empezar…