Mirar para otro lado

La sobreactuaci??n de algunos medios a la hora de poner el foco sobre el Frente Nacional de Marie le Pen es un buen ejemplo de c??mo, a veces, el periodismo inventa novedades para sobreponerse a lo previsible. El resultado de Le Pen es bueno pero no es nuevo. Su padre ya logr?? convertir, hace a??os, al FN en la tercera fuerza pol??tica de Francia, e incluso logr?? el segundo puesto en la primera vuelta de las presidenciales que acabaron con la carrera pol??tica de Jospin.
Otra cosa es qu?? har??n los votantes del FN el 6 de mayo y si eso va a ayudar o no a Sarkozy. Ah?? s?? hay una noticia. Y tiene mucho m??s que ver con el futuro de Europa que el resultado de la ultraderecha.

En dirección contraria

“El milagro es haber durado tanto cabalgando en dirección contraria. Según las leyes de la física y el manual de uso de este diabólico toro mecánico que es el periodismo actual, deberíamos habernos dejado los morros en el suelo en la primera curva”. La frase es de Javier Vizcaino, uno de los columnistas de referencia del recién desaparecido diario Público, la última y más voluminosa victima de la crisis de la industria periodística. Y resume perfectamente la sensación de los trabajadores del diario y de la inmensa mayoría de sus casi 300.000 lectores después de que, el pasado 24 de febrero, saliese a la venta el número 1.599 del periódico, el último de la edición en papel.

Atrás han quedado cuatro años y casi cinco meses de esfuerzo profesional en el que se han dejado la piel casi 200 profesionales del periodismo capitaneados sucesivamente por Ignacio Escolar, Félix Monteira y Jesús Maraña. Tras ellos, el soporte económico Jaume Roures, un productor de éxito cuya constelación de intereses empresariales gira en torno a Mediapro. Con Público desaparece el intento más serio de innovar en prensa escrita en España de las últimas décadas.

El diario nació declaradamente a la izquierda de El País. Con la voluntad de ser irreverente, de no dejarse nada en el tintero. Tanto a la hora de abordar los contenidos como en el momento de darles forma gráfica, su redacción se propuso desafiar a diario lo establecido, los puntos de vista habituales, las posiciones cómodas. Sin renunciar nunca al rigor informativo, Público se esforzó en ofrecer alimento intelectual a una izquierda huérfana de referentes informativos, aquella que aprendió la transición en los libros de historia y buscaba nuevas referencias morales desde las que combatir a la derecha. Desde ese planteamiento, Público consiguió desde el principio tejer red de complicidades con sus lectores poco común en la prensa española. Una red que tenía mucho que ver con la habilidad de sus máximos responsables a la hora de izar algunas banderas prácticamente abandonadas por la izquierda acomodada. Desde la impunidad de la monarquía a la defensa de la república, pasando por la memoria de la víctimas del franquismo, el grito del 15-M o la denuncia del fraude democrático que supuso la reforma exprés de la Constitución sin consultar a los ciudadanos, por citar solo algunos ejemplos que distinguieron nítidamente a Público del resto de medios de comunicación.

El resultado, en terminos periodísticos, fue sorprendente. Mientras el resto de los periódicos españoles, nacionales y regionales, perdían lectores año tras año, mientras gastaban ingentes recursos en arropar sus ventas con promociones que convierten el producto en un bazar, Público escaló posiciones poco a poco, sin retrocesos, hasta consolidar a finales del año una audiencia de casi 300.000 lectores y desbancar a La Razón como la cuarta cabecera más seguida en en España, sólo por detrás de El País, El Mundo y Abc. Y todo ello, hay que subrayarlo, sin suplementos especiales, con productos culturales (libros y películas) como únicas promociones y renunciando expresamente (fue una de las banderas del diario) a los anuncios de prostitución.

El éxito editorial, sin embargo, no fue acompañado de éxito económico. La intensidad de la crisis, especialmente visible a partir del otoño de 2008, cuando Público tenía apenas un año de vida, le negó el acceso a la cuota los ingresos publicitarios que hubiera conseguido en una situación normal. Los problemas del diario empezaron a hacerse patentes a comienzos de 2011. Ya entonces era evidente que la crisis había achicado el colchón de resistencia de la empresa, diseñado para que el proyecto periodístico aguantase, como mínimo, cinco años. En aquel momento las señales apuntaban a una progresiva recuperación del mercado publicitario. Parecía que, después de tres años de crisis, las cosas empezaban a mejorar. Pero no fue más que un espejismo. A partir del tercer trimestre de 2011 se hizo evidente que el descenso en la que habia entrado la contratación de publicidad no sólo no se iba a corregir sino que seguiría en caída libre. Los planes de ajuste de los periódicos se derrumbaron y todo el mundo se vio obligado a reescribir la hoja de ruta que habían puesto en marcha para navegar en medio de la tormenta.

La inversión global de los anunciantes cayó un 6,5% en 2011, hasta situarse en los 12.061 millones de euros, según las cifras recogidas en el informe anual de Infoadex publicado a finales de febrero, lo que devuelve el volumen de la inversión del sector a niveles de 2003. Y las perspectivas para este año no son buenas. El director del informe, Pedro Villa, advierte que las caídas registradas en los dos primeros meses de 2012 han sido cercanas, en muchos casos, al 20%. El estudio de Infoadex confirma también que la prensa escrita volvió a ceder terreno en 2011, con caídas del 14% y del 4,2% en la inversión publicitaria en diarios y revistas. Internet se consolida como el tercer medio favorito de los anunciantes (tras televisión y prensa) y ya concentra el 16,3% de la inversión total en convencionales, tras crecer un 12,6% en 2011. Según el informe, el volumen de inversión publicitaria fue de 899,2 millones de euros en los medios digitales, lo que representa una mejora del 12,6% con respecto al año anterior. Ha crecido casi un 100% desde 2007, mientras que la inversion publicitaria en los periódicos caía un 50% en el mismo period (de los 1.894,4 millones de 2007 a los 967 de 2011). De seguir a este ritmo, 2012 acabará siendo el primer año en que la publicidad en internet superará a la prensa escrita.

Fue en medio de este contexto desolador que a Público se le acabó el margen. Las dificultades estuvieron a punto de forzar el cierre del periódico en la primavera de 2011. Sólo el buen hacer de su director, Jesús Maraña, en medio del temporal, fue capaz de salvar la situación y abrir una última posibilidad de salvar el periódico. Un plan de viabilidad vinculado a la refinanciación de la deuda y a un durísimo ajuste de la plantilla. La negociación con el comité de empresa se saldó con una treintena de bajas voluntarias incentivadas, en su mayor parte de la redacción. Pero el dinero de los bancos, que también formaba parte del plan, nunca llegó.

En enero ya no había dinero para pagar las nóminas y Mediapubli, ante el riesgo de sufrir un embargo, jugó su última carta: un concurso voluntario de acreedores que le diera margen para seguir buscando una aportación de capital y así asegurase la continuidad de la cabecera. Desde su nacimiento, Roures gastó en torno a 70 millones de euros en el sostenimiento del periódico y se endeudó por al menos otros doce millones. Y dijo basta. O aparecían nuevos socios o tendría que cerrar.

La solicitud de declaración de concurso voluntario de acreedores alegaba tres motivos: “La intensificación de la crisis publicitaria, la profunda transformaci&o
acute;n que está sufriendo el sector de la prensa escrita y las dificultades para acceder a nueva financiación”. El comité de empresa del diario añadió a estos factores una cuarta causa: la “mala gestión de la empresa”.

Las negociaciones no dieron frutos. El 24 de febrero, la empresa confirmó el desenlace. “No ha sido posible lograr esos inversores y por esta razón la compañía se ve obligada, de acuerdo con la administración concursal, a cesar la edición impresa del periódico”. “Han caído otros y, desgraciadamente, continuarán cayendo más”, declaró el propietario de Público. El periódico “funcionaba”, pero, admite, no vio venir “esta crisis, que va a continuar muchos años”. El cierre del papel no alcanza, a fecha de hoy, a la web.

Y ahí que buscar el segundo motivo del fracaso del diario, que ver, precisamente, con internet, y un cambio en el modelo de negocio que nadie ha sabido todavía resolver con éxito. La prueba del nueve es la comparación entre los usuario únicos que ha alcanzado Público.es (5,5 millones) y la audiencia del papel, que según la última oleada del Estudio General de Medio, sumaba 299.698 lectores diarios.

Es necesario tener muy en cuenta esta desproporción. Como subraya el último director de Público, Jesús Maraña, y “una vez asentado que casi nadie está dispuesto a pagar por obtener información y análisis de calidad, las empresas supuestamente periodísticas se marcaron nuevas estrategias suicidas”. Un grave error porque, como él mismo recuerda, hace tiempo que el debate ya no es entre el papel y lo digital. Lo que está en juego es la actividad periodística, que es “lo que verdaderamente corre un serio peligro”, porque nadie, que se sepa, ha sido capaz todavía de “encontrar fórmulas de ingresos que permitan sostener en el mundo digital redacciones capaces de hacer periodismo”, la profesión “que sigue siendo la materia prima de este negocio, como el trigo o el centeno lo son de casi todos los panes”.

El editor, Jaume Roures, señala también el mismo problema. “Teníamos 100.000 lectores en papel y cinco millones de usuarios en Internet. Esa diferencia no es casualidad. El papel tiene un recorrido cada día más corto”, declare poco después de nnunciar el cierre del periódico. “Hoy, con el panorama inundado de iPads no nos hubiérmos planteado sacar un periódico en papel”. “Nos atropelló la crisis económica, se hundió el mercado publicitario y no supimos solucionar el desafío de la web a pesar de tener 5,5 millones de usuarios únicos”, reconoce el subdirector, Manuel Rico. No sirve de Consuelo, pero Rico no tiene ninguna duda: si la publicidad se hubiese mantenido al nivel de antes de la crisis, cuando salió el periódico, Público ya sería retable y seguiría acudiendo a su cita diaria con los lectores.

¿Y la izquierda? Son muchas las voces que también responsabilizan a partidos politicos, sindicatos y organizaciones sociales progresistas de falta de compromiso. Sobre este asunto han hablado también Maraña y Roures. El ultimo director del diario no entra en detalles, pero sí afirma, rotundo, que, “en el complejo universo de la izquierda española, sería deseable una reflexión autocrítica sobre el monolítico panorama mediático”. Roures es más explícito y se queja de la crisis de la propia izquierda, que ha sido incopaz de arropar un diario incómodo para casi todo el mundo, incluidos el PSOE e Izquierda Unida.

“Errores hemos cometido como los cometen todos, pero lo que está en crisis es la información como tal, el propio periodismo, su capacidad de profundidad y de respuesta en esta era en la que todo el mundo se vuelca en lo digital. Público no nació como un negocio”, subraya Roures, “y el hueco que quería crear existe, una información con una base de conocimiento, que nos explique cómo hemos llegado hasta aquí y cómo salimos de aquí, un periodismo que estaba cerca de reivindicaciones como las del 15-M” o de las movilizaciones sociales que arrancaron en Valencia y comienzan a extenderse oor toda España.

Con la desaparición de Público no calla una voz más. Como subrayaron sus trabajadores nada más conocer la noticia del cierre, “supone la pérdida de una voz crítica indispensable para la pluralidad informativa y de pensamiento”. Una plantilla muy identificada con “un punto de vista ideológico que busca denunciar, con rigor y profesionalidad, las injusticias sociales y los efectos de la crisis” en plena recesión económica. Uno de los que mejor ha descrito el significado de Público en el ecosistema informativo español es el periodista norteamericano Jonathan Blitzer. En un artículo reciente publicado por la revista The Nation (Sobre ‘El País’: el futuro no es lo que solía ser), describió el periódico ahora desaparecido como un diario llamado a convertirse en la referencia transformadora de la izquierda en España en la estela del diario de Prisa, que 35 años después de su fundación se ha acomodado al discurso general.

A diferencia de El País, que siempre ha defendido y validado el modelo de la transición española de la dictadura a la democracia, Público ha tenido (tuvo) el valor de abrir la puerta a los conflictos no resueltos de esa misma transición, subraya Blitzer. Público, describe Maraña, “nació con afán de romper algunos moldes en el formato de papel, dispuesto a caminar en paralelo por la revolución digital y, sobre todo, elaborando una materia prima transparente: periodismo honesto, no falsamente neutral ni equidistante, sino comprometido con causas justas desde un progresismo sincero”.

“En cuatro años y medio ha roto ciertos tabúes, ha dadoeco a voces silenciadas por el ruido del discurso único y ha llegado al espacio intergeneracional” de la izquierda. Había en todo ello un punto de desafío, de falta de respeto hacia lo convencional, al pensamiento políticamente correcto. Una etica del trabajo difícil de hallar en un medio al uso. “¿Qué exceso de atrevimiento era ese de tratar de mostrar los trozos prohibidos de la realidad oficial o de prestar a voz a toda suerte de perroflautas, desconformes, tocapelotas y disidentes incluso de sí mismos?”, se pregunta Javier Vizcaíno. “Hasta ahí podíamos llegar. De hecho, hasta ahí hemos llegado”, se responde a sí mismo.

El legado de Público es el de la irreverencia. El de un periódico que fue capaz de desafiar tabúes, de entrar donde nadie quería que se asomasen ojos indiscretos, de hacer las preguntas incómodas. Un testigo impertinente menos en pleno big bang del nuevo thatcherismo español.

(Artículo publicado originalmente en la revista Tempos Novos)